jueves, 22 de diciembre de 2011

FELICES FIESTAS Y GRACIAS POR HABER COMPARTIDO ESTE APASIONANTE CAMINO



Queridos compañeros/as de viaje:

Llegan las fechas de Navidad y con ellas el final de un ciclo.

Un año más os quiero agradecer a vosotros, hombres y mujeres, niños y niñas, abuelos y abuelas que habéis dado color y alegría con vuestra presencia a la campaña, el haber formado parte de este maravilloso camino sin meta que es la lectura.

Juntos nos hemos conocido un poco mejor a nosotros mismos y, sobre todo, al ser que teníamos a nuestro lado, por más que lo conociéramos de toda la vida. La magia de las palabras, el hechizo de los versos y la gracia de la música o el teatro nos ha brindado la oportunidad de verlo de otro modo, de compartir su alegría y de acompañar su llanto o su emoción. Y así también nosotros nos hemos sentido de otra manera: imaginativos, poderosos, libres... llenos de una luz inagotable que, en realidad, irradia dentro de cada uno. Es la capacidad que todos tenemos -mayores y pequeños- de crear mundos, de inventar otras vidas, de aprender de la Historia, de interpretar la realidad, de cultivarnos interiormente, de tantas y tantas cosas que no cabría citar aquí, ahora.

Todo está en los libros.

Ellos son el camino, el que hemos compartido juntos un breve instante en el Tiempo (sí, con mayúsculas) que nos ha tocado encontrarnos. Pero ahí siguen, en la Biblioteca más cercana, esperando como en el poema de Bécquer esa "mano de nieve" que sepa arrancar las dormidas notas.

Con nieve o sin ella, que la Navidad os resulte plácida y familiar, entrañable y acogedora, y que sigamos cada uno nuestro propio camino interior, el que marca ese otro gran libro que es la Vida.

¡Salud y Poesía!

Daniel Casado


lunes, 5 de diciembre de 2011

Una tarde en La Zarza






UNA TARDE EN LA ZARZA

Por Juan Rodríguez Pastor

El lunes 28 de noviembre, nuestra Campaña “Caminos de tinta y papel” llegó a su final, por este año, visitando la localidad de La Zarza.

Como allí vive mi amiga Carmen, colaboradora en varios de mis libros, aproveché para tomar un café con ella. Antes, subí a la puerta de la iglesia, para ver la estatua del tierrablanquero, obra de mi amigo Ricardo, escultor de Villanueva de la Serena.

La Biblioteca de La Zarza es acogedora y está tan bien dotada que ya anda mal de espacio. El bibliotecario, Secundino, resultó ser un antiguo compañero de estudios en el Colegio Santa Ana de Almendralejo, como otros muchos zarceños.

A nuestra charla acudieron algunas señoras a las que había tenido la oportunidad de saludar apenas una semana antes, en otra actividad organizada por la Universidad Popular, cuya directora, Leo, también nos acompañó esta tarde. La verdad es que nos sentimos muy arropados, ya que también nos acompañó Kiko, el alcalde, y Juan, el concejal de cultura... En total reunimos a 15 personas mayores y dos niñas.

El primero en romper el fuego fue José Manuel, quien a lo largo de sus 69 años, ha recorrido media España, y nos fue desgranando durante la tarde varios cuentecillos, como el del señor que iba tirando higos al culo de su burro y luego tuvo que ir recogiéndolos y comiéndoselos, el de los trabajadores que no se sentaban ni para comer...

La señora Josefa se asustó al principio, cuando dije que estuvieran atentos porque íbamos a hacer varios exámenes. Pero el nerviosismo se le pasó pronto, al ver que era ella la que más sabía de todo lo que hablamos allí. Y es que, como dijo José Manuel, estas cosas de la tradición oral se aprenden a través de la experiencia, no de los estudios reglados.

Por eso Patricia, con sus 75 años, recordaba haber visto en La Zarza a los ciegos que cantaban los romances; ella y los muchachos iban detrás de los ciegos, de esquina en esquina, para oírles cantar sus truculentas historias.

José Manuel nos contó varias anécdotas sobre los de Almendralejo, Paqui nos explicó por qué se llaman “cabileños” los de la parte de arriba de La Zarza (a los de la parte de abajo se les denomina “chumberos”), Secundino corroboró que a los de Guareña les gusta comer “repantingaos”; Toni nos contó una rima infantil; un joven, cuyo nombre no anoté, nos recordó el cuento de Juan Sarmiento y la oración de San Cucufato (San Cojonato, en la versión de Josefa)...

También me contaron varios trabalenguas que incluiré en mi libro. Kiko no recordaba del todo una especie de dicho o poesía sobre un ricachón que compró jamón barato; pero, enseguida, Josefa, nos recitó la poesía, llevándose los aplausos de los asistentes.

Paqui nos contó una curiosa historia sobre el día que tiraron las campanas desde el campanario. Como hay tanta cuesta, las campanas salieron rodando, y las mujeres sacaron este cantar: “Juana María me llamo, / tres arrobas peso, / si no lo quieres creer, / cógeme en peso.”

Una señora joven, cuyo nombre tampoco anoté, me dijo: “Madre mía, cómo me arrepiento de no haber apuntao los cuentos que contaba mi abuela...; tenía unos cuentos tan bonitos, que ahora me arrepiento.” Eso es verdad, pero tenemos que animarnos, porque aún queda mucha gente que sabe versiones de cuentos tan bonitas como las que sabían nuestros abuelos.

Antes de marcharnos, varios de los asistentes nos prometieron enviarnos algunos materiales de la tradición oral que han ido recogiendo, Secundino pidió ayuda para un trabajo que está haciendo sobre los pregones populares, Kiko me regaló un libro que ha editado el ayuntamiento con fotografías antiguas... La verdad es que nos marchamos de la Zarza más contentos que unas pascuas.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Una tarde en Carmonita






UNA TARDE EN CARMONITA
Por Juan Rodríguez Pastor

El lunes 21 de noviembre de 2001 nos acercamos a Carmonita, cuando por las Vegas Altas ya algunos aceituneros recogían el fruto de sus olivos. Al llegar a Carmonita, bajamos por la calle Las Parras, para admirar la forma en que han solucionado la fuerte pendiente de la calle, construyendo un rellano en la puerta de cada casa.

Tras visitar la iglesia de la Magdalena, bajamos al Hogar del Pensionista. Allí nos sor-prendió agradablemente encontrarnos a David, un joven alcalde, quien estaba preparando el salón para la charla, un salón recién construido, que tuvimos la fortuna de inaugurar.

David tuvo también la amabilidad de dar un toque a algunas vecinas que se habían apuntado a la Campaña, hasta reunir a 16 carmoniteñas.
Nuestra charla discurrió por los caminos habituales. Ana Martín y otra señora nos contaron versiones del cuento “Pilongos y castañas”, Emilia nos recordó un dictado tópico que decía su abuelo: “De Cordobilla, ni el aire.” Ana Martín nos dijo que, en sus tiempos, los muchachos de Cordobilla no podían pasar de la estación, porque les pegaban los muchachos de Carmonita. Emilia nos explicó la tradición de “pedir el piso” a los novios forasteros…

Entre todas me explicaron cómo es ahora el Ramo, en la fiesta del Cristo. Ya no se venden conejos, como recogió Rodríguez Moñino, sino que se subastan jamones, dulces, roscas, gallinas, macetas… Este año han sacado 1.800 euros, para un retablo que proyectan levantar en la iglesia.

Luego, Emilia nos contó alguna rima infantil (“Ea, ea, que no soy tan fea, / y si lo soy, que lo sea”) y también algunas historias que le pasaron a su abuela y que, en realidad, no son más que cuentecillos populares. Todos se sabían las rimas infantiles, hasta Gema, una niña de seis años que nos acompañó, y que nos dijo la de “Antonio retoño, camisa cagá, los perros de-lante y los gatos detrás”.
Ana Rodríguez nos contó el cuentecillo de “En el pozo de las Eras”; Isabel, la rima de “Sana, sanita…” y el juego del “Pim, pim, salamacatín”; Magdalena, la de “Cigüeña patileña”; Manuela, la de “En aquel cerro cerrote”; María Jesús, el juego con los capullos de las amapo-las: “¿Gallo, gallina o pollito?”

Emilia me sorprendió con un par de trabalenguas preciosos: el de “Las tablas entambiritanguladas” y el de “El vino de la pin copa”. Luego, con la ayuda de Ana Martín, contaron es-te otro: “Al lao del río / tiene un quijonal mi tío, / vengo de coger quiji quijones / del quijonal de mi tío.”
Ana Rodríguez nos contó otro trabalenguas (“Jíncale cordones”), pero sobre todo nos contó cómo se había curado las verrugas, con berenjenas, y cómo se había curado su madre una rija con un alacrán.

También hablamos del cercano poblado de Rincón de Ballesteros, un curioso pueblo de colonización, que no es de regadío, sino de secano. Aquí aproveché para contarles algunas historias de colonos carmoniteños repartidos por todos los pueblos de colonización de las Vegas del Guadiana.

Al final, nos reímos con los cuentos y hasta Gema se quedó con ganas de leer alguno más. Magdalena nos contó uno muy semejante al de “Las puchas” y M.ª Jesús, tras la charla, me contó una preciosa versión del cuento “Levanta, Cruz de Venus”. Fue un bonito colofón a una hermosa tarde.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Una tarde en Cordobilla de Lácara






UNA TARDE EN CORDOBILLA DE LÁCARA
Por Juan Rodríguez Pastor

El lunes 14 de noviembre de 2001 fue un día lluvioso; pero, por la tarde, el cielo fue clareando. Al acercarme al límite de la provincia de Cáceres vi cómo una tormenta se desplazaba desde Carmonita hacia Alcuéscar, dejando a ambos lados de la autovía, como si fueran columnas, dos preciosos arco iris.

Al llegar a Cordobilla me sorprendió la abundancia de alcornoques y, sobre todo, la gran cantidad de agua embalsada en sus alrededores. Ya en el pueblo, recorrí la plaza y eché unas fotos a su iglesia, con su torre robusta y no demasiado alta. En el centro de la plaza, un círculo de adoquines de granito me indicó el lugar donde los quintos hacen la lumbre de Nochebuena.

En la biblioteca me reuní con quince cordobillanas. Y, como el mundo es un pañuelo, entre ellas estaba Cati, que había vivido dos años en mi pueblo, Valdecaballeros.

Al principio, a algunas, como Nandi y su hermana Fermina, les costó lanzarse a hablar teniendo delante la grabadora; pero, pronto le perdieron el respeto, y así Nandi nos contó una versión del cuento “Pilongos y castañas” y Fermina nos explicó cómo dejó de decir la palabra “zancajo”, cuando en Álava un médico le dijo que no se decía “zancajo”, sino “talón”. Lo más curioso es que “zancajo” sigue estando bien dicho, como se puede comprobar en cualquier diccionario, incluido el de la Academia; pero, Fermina, que ha vivido 47 años en Álava, ya no lo ha vuelto a decir nunca más.

Poco a poco, la mayoría fue participando. Felisa nos contó algunas rimas infantiles, Maruchi nos cantó una versión del juego del “Pin, pin, salamacatín”, Catalina nos explicó un juego que hacían enterrando alfileres, Cati e Inés se animaron a jugar a “Mai se fo yuti”, entrecruzando y chocando sus manos…

Sin duda, el tema de más éxito fue el de los acertijos, ya que recordaron más de una doce-na entre Marisa, Catalina, Fermina, Nandi… Fermina me sorprendió con un trabalenguas que no había oído nunca y que incluiré en un futuro libro, como también el que contó Cati.

Fermina recordó también que recogía “curatos” para venderlos, aunque le daba asco, pero el dinero era necesario en casa. Estos animalitos han tenido mala suerte, porque en casi todos los pueblos se les mataba. Cati nos dijo que, antes de matarlos, los escupía. Inés nos contó que en la Nava de Santiago no los escupían, pero el final era el mismo, ya que los pisaban.

También dio mucho de sí el tema de las creencias. Una señora, quizá fue Felisa, nos contó cómo curaron el empacho de su niña espurreándola anís sobre su cuerpo desnudo; eso sí, después de ver la encogida de su niña, no permitió que lo repitieran. Nandi nos recordó que su madre curaba el empacho de los niños, sobándolos y dándoles tres vueltas. También la madre de Catalina curaba, en este caso, el lumbago, dando friegas de aceite con los pies.

Maruchi nos contó cómo daba de mamar a sus niños, cuando tenía los pechos cogidos de la luna, y Catalina explicó cómo el señor Ignacio le curó un culebrón, dándole nueve veces con trigo quemado en la fragua.

Aún tuvimos tiempo para que Maruchi nos contara cómo las culebras mamaban a las madres y cómo en el cercano pueblo cacereño de Rincón de Ballesteros las parcelas son de seca-no, con alcornoques y encinas.

Al final, por supuesto, nos reímos todos con los cuentos populares extremeños. Fue un final simpático para una tarde muy agradable.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Una tarde en Torremayor






UNA TARDE EN TORREMAYOR
Por Juan Rodríguez Pastor

En una tarde soleada llegamos a Torremayor, tras atravesar el badén del Guadiana. A un lado de la carretera, nos sorprendió ver una gran extensión de terreno sembrado de coliflores.

Ya en el pueblo, como era temprano, aprovechamos para pasear por el pueblo, echar algunas fotos a la Iglesia de Santiago y tomar un café en el bar de La Torre.

En la Casa de Cultura nos esperaba ya Mónica, la bibliotecaria. Mientras llegaba la hora de la charla, Rubén se ofreció amablemente a enseñarnos la Casa de la Cultura, que es moderna y agradable.

Ya en la charla, M.ª José, la concejala, nos contó una simpática anécdota, como ejemplo de lo que es la tradición oral. Ella nació en Montijo y un día su suegra la invitó a desayunar una tostada con “caldillo”. Ella, como no sabía lo que era el “caldillo”, se vio en un pequeño apuro, hasta que vio que el “caldillo” no era otra cosa que lo que en Montijo se llama “refrito”. Y todo esto a pesar de que Torremayor y Montijo están separados por apenas seis kilómetros. Claro que Mónica vino a dar la puntilla, cuando nos recordó que en otros sitios ni se llama “caldillo” ni “refrito”, sino “cachuela”.

Otro ejemplo nos lo puso Mari. En la cercana localidad de La Garrovilla se reían de ella cuando hablaba de las “azucecias”, ya que esta fruta en castellano se llama azufeifa y azufaifa. Curiosamente, el año pasado fue la primera vez que conocí y probé este pequeño fruto, gracias a mis primos Miguel Ángel y Pili, que viven en Puebla de la Calzada.

Luego recordamos algunos dictados tópicos. Mónica nos contó que su padre se refería a Torremayor como “la Torrita”; Mari nos dijo que a los de Lácara les dicen “los de la Morra”; y M.ª José recordaba haber oído este dicho: “Eres más cumplía que un luto montijano”, aunque no sabe bien la razón.

Todas las participantes se sorprendieron al ver cuántos materiales conocían de la tradición oral: rimas infantiles, acertijos, dichos, supersticiones, juegos…

Entre todos recordamos cómo se curaban las culebrillas y los culebrones. Sobre esto Fátima nos dijo que, si ibas al médico, no podías ir luego a una curandera, ya que no era bueno hacer las dos cosas a la vez.

Fátima también nos recordó una historia de brujas, la de un hombre que iba en una bicicleta y se encontró la pata de un carnero que luego resultó ser una bruja. Y M.ª José nos contó que de pequeña, en Montijo, para que no se acercara al pozo, la asustaban con la mano negra: “¡Que sale la mano negra!”

Al final, todos nos tuvimos que reír con los cuentos.

Luego, por el camino de las Piñuelas, nos alejamos de Torremayor.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Una tarde en Mirandilla






UNA TARDE EN MIRANDILLA
Juan Rodríguez Pastor

En la mañana del lunes 24 de octubre de 2011 llovió abundantemente; pero, por la tarde, cuando llegamos a Mirandilla, el sol luchaba por asomarse entre las nubes.

La Casa de la Cultura de Mirandilla nos sorprendió, no ya por el edificio, que es bonito, sino sobre todo por la animación que a lo largo de la tarde pudimos percibir: mujeres haciendo gimnasia, clases de guitarra… Delante de la Casa de la Cultura, un pequeño parque estaba lleno de niños y jóvenes…

Cuando entramos, tuvimos otra agradable sorpresa. Rosa, la bibliotecaria, está casada con nuestro amigo Valentín, con quien compartimos un año en Mérida va ya para treinta años. Su hijo mayor, Juan Francisco, me preguntó si podía acompañarnos y allí estuvo, junto a una docena de mujeres.

Este lunes, además, se celebraba el Día Internacional de las Bibliotecas. La de Mirandilla fue un hermoso lugar para celebrarlo.

Nada más empezar, Ramona me explicó por qué les llaman “belloteros” a los de Mirandilla; y es que, en los años del hambre, era habitual salir a buscar bellotas, para comer. Yo les conté cómo hacía mi suegro en aquellos tiempos las “migas con bellotas”, un plato que es todo un himno a la necesidad.

Lo que me sorprende es cómo, en cada uno de los pueblos donde nos llevan nuestros Caminos de Tinta y Papel, siempre hallamos algo nuevo: un acertijo, un refrán, una costumbre, una historia… En Mirandilla aprendí, por ejemplo, una palabra que nunca había oído antes: “cibranto”, una especie de bancal, con cierta pendiente.

Ramona nos contó algunos dictados tópicos, y Carmen algunas rimas infantiles. Manuela nos contó el cuento de la buena pipita, y Rosa nos canturreó el “Pin pin salamacatín”. Encarna nos dijo un acertijo picaresco, y Ramona nos cantó una nana. Juan Francisco nos dijo un trabalenguas…

Claudia y Ramona nos contaron dos versiones semejantes, pero distintas, del cuento “Grullas veo”. En la versión de Claudia el protagonista era un hombre que tenía sarna; en el de Ramona, eran tres mozas que querían enseñar sus regalos. ¡Qué ejemplo tan precioso de los caminos que recorren estos materiales de la tradición oral!

Ramona también le enseñó a Juan Francisco a jugar al “Puño, puñete”. Y Rosa nos puso un acertijo matemático, que no supimos solucionar; el de un pastor a quien le gustaría ser pastor de veinte ovejas, pero que, al no tener tantas, dice:
–Con estas que tengo, otras tantas y la mitad, es cuando sería pastor de las veinte ovejas.

Rosa nos dijo la solución, pero nosotros la dejaremos ahora en el aire, a ver si alguien quiere echar cuentas.

Al final, Carmen nos contó la historia de una prima suya, que vivía en un chozo, en Arroyo de San Serván. Tenía un niño pequeño al que daba de mamar, pero una culebra se estuvo aprovechando de la situación hasta que el médico se dio cuenta de lo que ocurría, al ver la lengua del niño llena de escamas. Entonces estuvieron atentos y mataron a la culebra.

Para la mayoría de las asistentes, esto no deja de ser otra historia de la tradición oral; pero, para Carmen, es un hecho verdadero.

Cuando salimos de la Casa de la Cultura, una veintena de mujeres hacía gimnasia en otra sala, y la puerta estaba llena de gente joven. Es así como una Casa de Cultura se convierte en un hermoso lugar.