




UNA TARDE EN
Por Juan Rodríguez Pastor
El lunes 28 de noviembre, nuestra Campaña “Caminos de tinta y papel” llegó a su final, por este año, visitando la localidad de
Como allí vive mi amiga Carmen, colaboradora en varios de mis libros, aproveché para tomar un café con ella. Antes, subí a la puerta de la iglesia, para ver la estatua del tierrablanquero, obra de mi amigo Ricardo, escultor de Villanueva de
A nuestra charla acudieron algunas señoras a las que había tenido la oportunidad de saludar apenas una semana antes, en otra actividad organizada por
El primero en romper el fuego fue José Manuel, quien a lo largo de sus 69 años, ha recorrido media España, y nos fue desgranando durante la tarde varios cuentecillos, como el del señor que iba tirando higos al culo de su burro y luego tuvo que ir recogiéndolos y comiéndoselos, el de los trabajadores que no se sentaban ni para comer...
La señora Josefa se asustó al principio, cuando dije que estuvieran atentos porque íbamos a hacer varios exámenes. Pero el nerviosismo se le pasó pronto, al ver que era ella la que más sabía de todo lo que hablamos allí. Y es que, como dijo José Manuel, estas cosas de la tradición oral se aprenden a través de la experiencia, no de los estudios reglados.
Por eso Patricia, con sus 75 años, recordaba haber visto en
José Manuel nos contó varias anécdotas sobre los de Almendralejo, Paqui nos explicó por qué se llaman “cabileños” los de la parte de arriba de
También me contaron varios trabalenguas que incluiré en mi libro. Kiko no recordaba del todo una especie de dicho o poesía sobre un ricachón que compró jamón barato; pero, enseguida, Josefa, nos recitó la poesía, llevándose los aplausos de los asistentes.
Paqui nos contó una curiosa historia sobre el día que tiraron las campanas desde el campanario. Como hay tanta cuesta, las campanas salieron rodando, y las mujeres sacaron este cantar: “Juana María me llamo, / tres arrobas peso, / si no lo quieres creer, / cógeme en peso.”
Una señora joven, cuyo nombre tampoco anoté, me dijo: “Madre mía, cómo me arrepiento de no haber apuntao los cuentos que contaba mi abuela...; tenía unos cuentos tan bonitos, que ahora me arrepiento.” Eso es verdad, pero tenemos que animarnos, porque aún queda mucha gente que sabe versiones de cuentos tan bonitas como las que sabían nuestros abuelos.
Antes de marcharnos, varios de los asistentes nos prometieron enviarnos algunos materiales de la tradición oral que han ido recogiendo, Secundino pidió ayuda para un trabajo que está haciendo sobre los pregones populares, Kiko me regaló un libro que ha editado el ayuntamiento con fotografías antiguas... La verdad es que nos marchamos de