

TORRE DE MIGUEL SESMERO
Por Juan Rodríguez Pastor (Etnólogo)
En la tarde del 22 de marzo nos encaminamos a Torre de Miguel Sesmero. Por Tierra de Barros algunos tractoristas intentaban pasar sus cultivadores entre viñas y olivares, a pesar de que aún conservaban las huellas de pasados aguaceros.
Antes de llegar a
Poco a poco fueron llegando algunas señoras. La verdad es que ir a una charla no siempre es fácil, porque uno duda sobre lo que se va a encontrar. Afortunadamente, en casi todos los pueblos hay gentes como Antonia, Rosa, Luisa, Carmen, Isidora…, dispuestas a participar en todas las actividades. En nuestro caso, además, se llevaron una gran sorpresa: la “charla” fue tan poco académica que casi hablaron más los asistentes.
Ya les advertí que, de la tradición oral, sabían ellos más que yo, y lo demostraron con creces, aprobando todos con nota el “examen” final.
Hasta Fernando se animó a contarnos un dictado tópico, que no figura en la recopilación de don Antonio Rodríguez-Moñino: “Eres más bruto que la comadrona de Hornachos, que sacaba los niños con jurón”.
M.ª Noemia, una señora de origen portugués y casada en
Nos confirmó también M.ª Noemia que la tradición oral es muy semejante en cualquier lugar. Así, recordando una rima infantil portuguesa (“Gato pintado, quén te pintó?...”), nos dijo que en
El ambiente se fue animando hasta el punto de que algunas mujeres canturrearon a coro rimas infantiles como “Pimpirigaña” o “Pin, pin, saramacatín”; Carmen Torres nos cantó “San Pedro como era calvo…”; Rosa Fernández recordó los juegos del chito y los santos con las cajas de “ceriyos”; y Candela Sánchez Trejo fue capaz de recitarnos un complicado trabalenguas “El cielo está entarabincuntincuntanculado, ¿quién lo desentarabin…?”
Antonia estuvo callada toda la tarde, mirándome fijamente, sin perder palabra; pero, hubo un momento en que no pudo aguantar más:
–¡Eso es mentira!
Y es que Cecilia nos estaba contando cómo, en la curación del mal de ojo, la gota de aceite queda entera o se “esparrama”.
Al final vinieron los cuentos y, aunque nadie tenía gana de irse, a las ocho tuvimos que despedirnos. A Luisa le gustó tanto el cuento de “Las puchas” que quiere adaptarlo para una representación teatral. Carmen, que pasó en Estados Unidos casi cuarenta años, la mitad de su vida, quiere escribir sus memorias. Rosa, que ya es una escritora consumada, comprobó que conserva latentes muchos materiales de tradición oral; solamente con las canciones de corro y comba puede llenar varias libretas... A esa labor estamos todos llamados.
Cuando nos marchamos de