viernes, 21 de octubre de 2011

Una tarde en Trujillanos






UNA TARDE EN TRUJILLANOS
Por Juan Rodríguez Pastor

El lunes 17 de octubre de 2011, nuestra Campaña Caminos de Tinta y Papel nos llevó a Trujillanos. Por el camino, mientras las cosechadoras segaban las últimas parcelas de arroz, vimos ya las primeras grullas, a la altura de Obando.

Ya en Trujillanos aprovechamos para hacer un breve recorrido, visitando su iglesia, con las piedras visigóticas de la fachada, y, sobre todo, la casa donde vivió nuestro admirado Felipe Trigo. Mientras fotografiábamos la placa de la casa, no pudimos menos que recordar algunas historias de su novela “El médico rural”, historias que quizá pasasen en Trujillanos.

Al final llegamos al Salón Cultural, frente a la Biblioteca. Allí nos esperaba Obdulia, concejala de Trujillanos, para acompañarnos, junto a una decena de mujeres.

Lo primero que me enseñaron fue que es verdad que a los de Trujillanos se les llama “bachilleres”; pero, Julia y Crecencia explicaron que, aunque hoy esto se entiende de forma positiva, antiguamente era algo como “farioso”; es decir, negativo.

Julia nos contó varios dictados tópicos, como este: “Trujillanos está en un llano / y Mérida en un arenal / y el pobre de Carrascalejo / con una calle na más.”

Iluminada explicó muy bien cómo cambia la tradición oral, recordando que ella, al final de la canción “Que llueva, que llueva” cantaba: “…que se mojen los gitanos”, mientras que ahora los niños cantan “que se mojen los cristales / de la estación.”

Crecencia nos contó que, cuando se canta “Cigüeña patateña, / tus hijitos se te van / al arroyo Portugal…”, ella, que tiene una cigüeña enfrente de su casa, piensa: “¿Y por qué decimos que se van al arroyo Portugal? A Portugal no se van; se van más lejos.”

Julia se animó incluso a cantarnos un villancico: “A esta puerta hemos llegado / cuatrocientos en cuadrilla; / si quieres que nos sentemos / saca cuatrocientas sillas”.

Josefa recordó varios acertijos y siempre me maravilla ver cómo, a pesar de que he publicado un millar, siempre hay alguno nuevo para mí, como este: “Tan redondo como un pan, / y le falta un candellar.” Por supuesto, Josefa nos tuvo que explicar la solución: se trata de las antiguas jofainas de afeitar; su abuelo tenía una.

Catalina y Josefa nos contaron un par de trabalenguas, Iluminada y Julia nos recordaron algunos juegos, Obdulia alguna rima infantil…

Al final, todos reímos con el cuento de las “puchas”. Catalina recordó además una tradición de Trujillanos. Cuando los hombres terminaban de sembrar, esa noche se hacían “puchas”, para celebrar el fin de la sementera.

Otra agradable sorpresa fue descubrir que dos de las señoras que nos acompañaban tienen la buena costumbre de escribir. Julia ha recogido en una libreta varias poesías, que le hubiera gustado enseñarnos y a nosotros verlas. Y Crecencia también ha escrito varias poesías, pero además, ha recogido en libretas, refranes y otras cosas de la tradición oral. Y como muestra, al terminar la charla, Crecencia nos recitó, como una profesional, una hermosa poesía que escribió hace unos veinte años, cuando encontró un día la calle Santa Eulalia de Mérida llena de mendigos: “Mérida augusta, poderosa, romana, milenaria, tan hermosa…”

Cuando dejamos Trujillanos, caía suavemente la tarde.

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