jueves, 12 de mayo de 2011

Una tarde en Ruecas






UNA TARDE EN RUECAS

Por Juan Rodríguez Pastor


Una amplísima plaza espera al viajero que llega a Ruecas.

En su Casa de Cultura nos esperaba a nosotros un grupo de señoras con las que conectamos rápidamente. Para un pueblo es una suerte contar con grupos así: mujeres que participan en todos los actos culturales, hacen teatro, van a la escuela de adultos (Romualda, que tiene 78 años, aprendió a escribir a los 62 años), asisten a los cursos que se organizan...

Este grupo de Ruecas incluso se ha animado a representar una obra de Federico García Lorca y, como alguna no sabe leer, se ha aprendido el papel escuchándolo.

Caer en un sitio así es muy gratificante. Pasamos un par de horas tan entretenidos que Dolores, al final, me dijo que por qué no volvía al día siguiente. Antes, Dolores nos contó lo que le había costado hacer que su marido dejara de decir trujo o anteaño en vez de trajo y el año pasado.

Luego nos reímos con los dictados tópicos de los pueblos natales: Quintana de la Serena (nabúos), Puerto de Santa Cruz, Aceuchal (piporros), Villalba de los Barros (Villarveja, pata de coneja), Salvaleón (porrineros), Miajadas (marruchinos)...

Después hablamos de lo que supuso la colonización, un proceso muy duro que trajo a estos pueblos nuevos a miles de familias.

Ana, la concejala, que tuvo la amabilidad de acompañarnos, nos contó que han publicado varias revistas donde se recogen algunos testimonios de los primeros colonos; el año pasado, además, celebraron el 50 aniversario del pueblo. Su madre, Antonia, nos contó el periplo de su familia, que marchó desde Villalba de los Barros a Valdelacalzada, y luego desde Valdelacalzada a Ruecas, donde llegaron ocho familias en un camión, atravesando el badén de Ruecas, que venía a tope de agua.

Basi nos recitó una bonita poesía que ha escrito con sus recuerdos de Ruecas; ella vino a una finca cercana ya en 1957, cuando aún no había colonos en el pueblo.

Todas querían contarnos cosas: Dolores, Romualda y Antonia nos contaron acertijos y trabalenguas; Plácida nos contó dos cuentecillos obscenos, Mari nos habló de Juan “Pelaburros”, otras señoras, cuyo nombre no anoté, nos contaron dichos, refranes, la canción de las parcelas (Cuando voy a mi pueblo, / mis paisanos me suelen decir: / ¿Qué te han dado en ese pueblo nuevo / que no te acuerdas de venir aquí?...)

Hubo un momento en que Ana puso cara de sorpresa, porque su madre estaba contando cosas que ella nunca le había oído.

Nos hubiéramos quedado más tiempo, porque cada persona tiene una historia preciosa. Tras la charla, Basi nos contó sus andanzas, desde Riolobos (Cáceres) a Alemania, donde estuvo cinco años, antes de recalar en Ruecas y quedarse con la parcela de su hermano, quien tenía diez hijos, no sacaba suficiente para pagarla y se tuvo que ir a Madrid.

Basi ha escrito una poesía con su historia. Nosotros aprovechamos la charla para animar a todas estas buenas mujeres a que recojan en una libreta, poco a poco, todas sus vivencias, todos sus recuerdos, para que podamos decir como Basi en su última estrofa:


En estas breves palabras
está la historia de Ruecas,
yo me he atrevido a escribirla,
les invito a que la lean.


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