miércoles, 6 de abril de 2011

UNA TARDE EN PUEBLA DE ALCOLLARÍN






una tarde en PUEBLA DE ALCOLLARÍN

Por Juan Rodríguez Pastor


La plaza de Puebla de Alcollarín es muy bonita. La primera persona que encontramos allí fue Jesús, con sus 78 años, quien luego nos acompañó en la charla. Jesús, pese a que nunca pisó una escuela, ha escrito este quinteto: La Puebla tiene tres cosas / que no las tiene el mundo entero: / una “plasita presiosa”, / hombres con mucho salero / y muchas mujeres hermosas.

Jesús sesea, porque es un buen ejemplo de la gente que habita en estos pueblos de colonización. En su habla se mezcla el valenciano (nació en Orihuela), el andaluz y el extremeño: Yo soy de Alicante, y he estao tres años en Córdoba, y ahora no me entiende ni mi madre.

En la Biblioteca nos esperaba M.ª José. Había preparado un café para los asistentes, con un bizcocho muy rico, que había hecho su madre, Ino.

La verdad es que formamos un conjunto bastante variopinto, porque también asistieron a la charla varios niños. El ambiente, sin embargo, no pudo ser más agradable. Juana y Faustino nos contaron varios cuentecillos; Jacinta y Carmen nos contaron dictados tópicos; casi todos contaron algún acertijo; Gloria y Julia nos contaron trabalenguas; Ino nos contó algunos juegos, un poco salvajes, con los “caballitos” (libélulas).

Por supuesto, tocamos el tema de los colonos: la fecha en que llegaron al pueblo (1964, 1965, 1968…), las distintas palabras que usaban según su procedencia (por ejemplo, a los balates que limitan las parcelas, les llaman también margen, linde, padreja…), algunas historias de la colonización (Faustino vino en mula desde Don Álvaro, a un colono se le escapó un guarro del camión…), etc.

Matilde nos contó un par de anécdotas que nos hicieron reír, recordando a “el Colacao”, un barbero de Santa Amalia que pelaba a los hombres en las mismas parcelas. También nos contó que su padre, Florencio: No podía llamar a mi madre a voces en la parcela, porque acudían tos los vecinos, menos mi madre. Es que se llamaba Socorro. Cuando empezaba: “¡Socorro, Socorro!”, venían tos los vecinos.

De los niños, Celia, con sus diez años, fue la que más en serio se tomó la charla, cogiendo apuntes y todo. Celia no dudó en explicarnos algunos juegos con las manos, como “Don Federico mató a su mujer”, un trabalenguas y, al final, animó a su abuelo Faustino para que nos contara el cuento de “El cura y el sacristán”. Fue la mejor manera de que todos comprendiéramos lo que es la tradición oral.

Tras la charla, Faustino me contó otro cuentecillo, un poco verde, que no se había atrevido a contar delante de los niños.

Creo que esta campaña “Caminos de tinta y papel” ha llegado en el mejor momento a Puebla de Alcollarín. De nuestra charla salió un compromiso: la mayoría de los participantes va a intentar escribir sus recuerdos sobre los inicios del pueblo y, bajo la coordinación de M.ª José, vamos a intentar sacar adelante un reto: publicar un libro para conmemorar el 50 aniversario de Puebla de Alcollarín.

Y es que no faltan escritores en Puebla. Gloria, por ejemplo, tiene escrita una poesía sobre el pueblo, aunque no se atrevió a recitarla, porque se emociona. También nosotros nos emocionamos cuando a Jesús se le saltaron las lágrimas recitándonos una poesía dedicada a su amigo Alfredo, ya fallecido: Porque él siempre estaba en el güerto, y yo también, frente a frente… Y cuando él murió, pues un día, yo, pasando por allí, me se apretó una mijina el corasón

A mí también se me “apretó el corazón”, Jesús, porque me recordaste los versos de tu paisano Miguel Hernández, quien también perdió un amigo: Volverás a mi huerto y a mi higuera...

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