lunes, 17 de mayo de 2010

Una tarde en Alconera



Una tarde en Alconera

Por Juan Rodríguez Pastor


Cuando llegamos a Alconera, aún ondeaban en los balcones algunas banderas que conmemoraban las pasadas fiestas en honor a su patrón, san Pedro Mártir de Verona. Esta fiesta nos sirvió para ejemplificar la tradición oral, ya que en 1904, Matías Ramón Martínez, uno de los padres del folklore extremeño, nos dejó una descripción de la misma en la Revista de Extremadura.

Otra sorpresa agradable nos la dio M.ª José, la bibliotecaria. Sus compañeras de academia, en Cáceres, le habían dado recuerdos, porque están utilizando algunos cuentos extremeños para confeccionar unidades didácticas.

Nuestro auditorio estuvo compuesto por quince mujeres que, desde el principio, entraron en el juego de nuestras charlas: yo les contaba algunas cosas y ellas me contaban otras.

Así hablamos de los romances de ciego y una señora, cuyo nombre no anoté, nos contó el inicio de uno. También hablamos del léxico extremeño y surgieron palabras como el lusismo “cañajote” (saltamontes), “peros” (para un tipo de manzanas), “pastelera” (para ciertas ollas), “repión” (que en algunas zonas andaluzas llaman “repiona”), etc.

Tuvimos un recuerdo para los pueblos cercanos, con los que tradicionalmente ha habido algunos piques: Valverde de Burguillos, La Lapa, Valencia del Ventoso (“los del madero atravesao”), Atalaya, Medina de las Torres, etc. Cati nos recordó el dictado tópico: En Medina, ni mujer ni gallina, ni casa que esté de esquina.

Justa recordaba que una vez fueron a echar un teatro a Valverde y les pusieron hasta leños y piedras en la carretera. Afortunadamente, el tiempo ha mejorado las relaciones.

Hemos de reconocer que el acervo de cultura tradicional que ha atesorada la gente de nuestros pueblos es impresionante. Por supuesto, hay cosas que a alguno no le suena. Así, nos reímos mucho cuando Justa nos contó el siguiente acertijo:

­–Fui al campo y clavé una estaca, y el agujerito me lo traje a casa.

–¿Y eso qué es? –preguntó Araceli.

–Pos eso es un mojón.

Manoli, por su parte, nos contó un complicado trabalenguas sobre el gusto. Cati otro sobre una pava “pelicuesta” o algo así. Eduarda, Ángeles y Araceli nos contaron acertijos. También nos contaron rimas infantiles (“El galapaguito”, “Uni, doni”), juegos (“El marre” o rayuela, “La bilarda”), oraciones (a san Antonio, a santa Bárbara, a san Cucufato), supersticiones (para curar las verrugas, las alcachofas de los enamorados, las culebras que mamaban a las mujeres), etc.

Una curiosa creencia es la de que, si una mujer embarazada ayuda en la matanza de un cerdo, las morcillas y otras cosas se pondrán rancias. Así lo corroboró una señora: Sí, es verdad, y yo no soy supersticiosa, pero a nosotros un año se nos estropeó el salchichón, y yo no le hice caso a mi padre, vamos, yo no dije na, pero yo pienso que fue por aquello.

Al final, con los cuentos, surgió una agradable sorpresa. Uno de los cuentos obscenos, titulado “Soy un fuego”, lo narró en 1988 una señora de 78 años, M.ª Dolores Pérez, que vivía en Burguillos, pero era natural de Alconera. Todas la conocían; ya ha muerto, pero, otra casualidad más, era “tía Lola”, pariente de Cati.

Manoli preguntó por una poesía sobre un niño que guardaba las vacas. Le dije que estaba allí mismo, en la biblioteca, entre las poesías de Gabriel y Galán.

En el aire quedó el proyecto de ir escribiendo estas cosas aprendidas por tradición oral. También quedó en el aire la posibilidad de que la Asociación de Mujeres se anime a recoger estos materiales. Así, con la esperanza de que cuaje alguno de estos proyectos, dejamos Alconera.

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