lunes, 17 de mayo de 2010

Charla sobre tradición oral en Valle de Santa Ana






VALLE DE SANTA ANA


El 10 de mayo, atravesando unos preciosos paisajes de dehesa, llegamos a “Santa Ana”, nombre con el que prefieren denominarse los “santaneros”. Ellos, cuando hablan de “El Valle”, se refieren a la cercana localidad de Valle de Matamoros.

Antes, por el camino, paramos en Brovales, un poblado de colonización que sorprende al viajero: ¿qué hace un poblado de colonización en medio de la dehesa? Amablemente, una vecina, Flora, nos dio algunas explicaciones.

Digamos que “Santa Ana” es un pueblo diferente a lo habitual: en vez de estar agrupado en torno a la plaza o la iglesia, aparece dividido en varios barrios diseminados aquí y allá. Entre cada barrio hay extensas zonas sin edificar, pobladas de huertos. Así se explica el conocido dictado tópico, que ya recogió Rodríguez-Moñino: Santa Ana, Santa Anilla, ni es pueblo ni es villa y es más grande que Sevilla.

En la puerta de la Casa de Cultura saludamos a Isabel, la alcaldesa, y a varias mujeres. Como en los pueblos es habitual que la gente no lea los carteles, Isabel estaba telefoneando a algunas personas. Frente a la Casa de Cultura, en un banco había también media docena de hombres mayores, que esperaban para asistir a la charla.

Como el mundo es un pañuelo, Jacinta reconoció enseguida a Eli, la bibliotecaria, porque había sido compañera de estudios, en Badajoz, de nuestra hija María.

La verdad es que hablar de la tradición oral supone sorprenderse una y otra vez. Antonia nos contó que la historia del cuento “Pilongos y castañas” había sucedido en “Santa Ana” con una mujer, Agustina. Isabel también conocía la historia, porque se la había contado su suegra, pero de forma algo diferente.

Josefa Penacho recordó la rima infantil que utilizaba para hacer las “pitas” con la caña verde de la cebada:

Pita, pita, Margarita,
que tu madre fue a por pita,
para ti para mí,
para el perro san Martín.

Carmen nos cantó la rima de un juego infantil (Misito, gato, ¿de dónde vienes jarto?…), Loli nos contó lo que hacían con los “curatos”. César, el párroco, nos contó cómo curaban “el culebro” en la zona de Mérida. María nos contó que cariñosa y familiarmente se llama a los niños, y no tan niños, “mani”. Ana nos contó la historia de la famosa “Jota del Palancar”, originaria de este pueblo. Isabel empezó a cantar varias canciones de juegos (“Pipirigaña”, “Regular, singular”), que acabaron siendo cantadas a coro por la mayoría…

Josefa nos contó una preciosa versión de un acertijo picaresco recogido ya por el humanista extremeño Gonzalo Correas en el siglo XVII (para que nadie se asuste diremos que el acertijo se refiere a la acción de mezclar la masa en una artesa para hacer el pan):

Doña Juana está tendida,
los galanes le andan por cima,
uno va y otro viene
y doña Juana abierto lo tiene.

Al final, todos reímos también con los cuentos, especialmente Antonia, con su risa tan escandalosa.

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