viernes, 30 de septiembre de 2011

Una tarde en Torrefresneda






UNA TARDE EN TORREFRESNEDA
Por Juan Rodríguez Pastor


El lunes 26 de septiembre de 2011 retomamos nuestros “Caminos de tinta y papel” y llegamos al pequeño y bonito pueblo de Torrefresneda. Por estos pueblos nuevos andan los parceleros en pleno movimiento, ya que aún no han terminado de cosechar el maíz y ya han comenzado a cosechar el arroz, que va cambiando su color verde por el amarillo.

Es una sensación curiosa la que se siente al recorrer un pueblo que tiene menos años que uno mismo, ya que fue en 1971 cuando llegaron los primeros colonos a Torrefresneda. Pero, antes, pasamos por la Biblioteca de El Torviscal, donde Aurelia nos había buscado una revista que publicó la Cooperativa para conmemorar el 50 aniversario de aquel pueblo. Algo así tiene en mente, Javier, el alcalde de Torrefresneda, para conmemorar el 40 aniversario de su pueblo. Es este un hermoso proyecto: recoger los testimonios de las primeras familias de colonos.
Y justamente a eso animamos a las 18 personas que se acercaron a nuestra charla. Recoger por escrito parte de nuestro saber popular es una tarea necesaria y, a la vez, gratificante.

La charla no pudimos impartirla en la biblioteca, porque se encuentra en la primera planta del ayuntamiento, lo que dificulta el acceso de las personas mayores; pero nos reunimos en el antiguo salón parroquial, que es muy acogedor.

La charla derivó enseguida hacia los inicios del pueblo, con la llegada de familias de diferentes procedencias, las dificultades de los primeros años... Anunciación nos contó la extrañeza que le producía cuando la señora Engracia, de Usagre, decía que iba a “argofifar”; es decir, a fregar el suelo con un trapo o “argofifa”. A Julia le chocaba mucho que lo que ella llamaba bacía en Don Benito, aquí se llamara jofaina o palancana.

Como Torrefresneda depende de Guareña, no faltaron los dictados tópicos referidos a esta localidad. Juana, que es de Valdetorres, nos contó que a los de Guareña se les conoce porque, en el campo, comen tumbados como los romanos, ya que dicen: “Pa comer de pie, sentaos; y pa comer sentaos, tumbaos”.

Después, todos nos reímos al ver que aprobábamos con sobresaliente el examen sobre nuestros conocimientos de saber popular. ¡Cuántas cosas hemos aprendido a lo largo de nuestra vida, sin esfuerzo, sin darnos cuenta...!

Manuela nos contó un acertijo del olivo y las aceitunas: “Sanguindón está sentado, con doscientos a caballo, todos vestidos de negro, menos Sanguindón el viejo”. También Catalina, Mari y Javier nos contaron acertijos;. Lucía, Juana y Ana, cuentecillos; Ana, Mari y Juana nos contaron unas travesuras que hacían de niñas: llamar a las puertas con un hilo, tirar cántaros viejos y bombillas a las casas...

No faltaron las referencias a las supersticiones. Ana nos contó la atracción que sienten los lagartos en el campo por las mujeres que tienen el periodo; Javier oyó decir que algunas yeguas se quedaban preñadas del viento...

Tampoco faltaron las anécdotas de los colonos, de la dureza de los primeros años, de la suegra de Juan “Pelaburros”... Y es que estos pueblos nuevos forman una especie de gran familia, donde casi todos se conocen. Un chico joven, cuyo nombre no anoté, era pariente de un colono de Hernán Cortés; Anunciación (de Helechosa) vivió en los barracones de Valdelacalzada antes de llegar a Torrefresneda, Manuela (de Puebla de Alcocer) tiene familia en Entrerríos y Hernán Cortés...

Al final, cuando dejamos Torrefresneda, nos despidió la mirada de un viejo colono que, con su sombrero pajizo, estaba sentado en un banco de la plaza.

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