lunes, 24 de mayo de 2010

Una tarde en Valencia del Mombuey, por Juan Rodríguez Pastor






VALENCIA DEL MOMBUEY


Cuando llegamos a “Valencita”, como de forma cariñosa se denomina en algunos pueblos vecinos, acababan de celebrar San Isidro. Me acompañaban Jacinta y María. Nada más entrar en el pueblo, cuál no fue nuestra sorpresa: encontramos a Javi Linares, cuyos padres son de Valencia, quien, tras la fiesta, volvía con su familia a Herrera del Duque.

También son de allí los abuelos de Sandra del Río (que vive en Estella –Navarra–), buena amiga de mi hija María. Y es que Valencia es pueblo de emigrantes. Por eso, el primer cuento que conté a la veintena de personas que nos acompañaron fue el de “Juan Grillo”, recogido en 1991 por Ramón García a María Visiga, residente en Vandellós –Tarragona–; cuento que fue publicado en la Revista de Folklore (n.º 126, Valladolid).

Antes de comenzar, compré en el estanco “El libro de Valencia del Mombuey”. Su autor, Gumersino Mata, es otro emigrante, en Sevilla.

También antes de empezar tuvieron la gentileza de servirnos un café, aunque Manolo, el concejal, nos dio un susto con las tazas, que estuvieron a punto de irse al suelo. A él y a Aguasanta, la bibliotecaria, les agradezco especialmente las atenciones que tuvieron con nosotros.

Después, por todo lo que fue surgiendo, descubrimos la similitud entre las costumbres de este pueblo, lindero con Portugal, con los pueblos de la Siberia extremeña, linderos con Toledo y Ciudad Real. A pesar de estar separados por 300 kilómetros, se conservan tradiciones parecidas, como los mayos, la lumbre de Navidad, el tratamiento de “tío, tía” a la gente mayor…

La charla nos sirvió, como siempre, para descubrir los numerosos materiales de tradición oral que atesora la gente de nuestros pueblos: palabras populares (cucharro: panera; alfeisanes y frijones: judías blancas), juegos (“El florón”, “Cominu pleple”), romances (“En Sevilla un sevillano”, “Santa Teresita, hija de un rey moro”), acertijos (Pila sobre pila, / y sobre pila, oliva; / y sobre oliva, trapo. / Adivínalo, guapo –el candil–), trabalenguas (Del coro al caño, del caño al coro), rimas infantiles (Cigüeña pateña, Uni doni...), oraciones (a san Antonio, a san Donato), supersticiones (para curar las tercianas, para curar a los niños quebrados), etc.

Todos pugnaban por participar: María Reyes, Antonia, María Mejías, Maruja, Choni, Alexia, Amalia, Ana, Toni, Puri, Estefanía… Amalia, por ejemplo, nos contó una preciosa rima infantil que se usa para entretener y enseñar a contar a los niños. Con cada acento hay que ir señalando un dedo de la mano:

Teno, teno, Juan Centeno,

tú que estás en altos cerros,

dale voces a mi vaquero

que me traiga tres cencerros.

¿Qué cencerros? ¿Qué collar?

Veinticinco sin contar.

María Reyes nos contó este dictado tópico:

Valencia, corral de cabras;

Villanueva, de los cabritos;

Valencia, de los buenos mozos;

y Jerez, de los señoritos.

Cuando nos despedimos, Antonia se ofreció a enseñarnos algunos objetos antiguos que tenía en su casa; pero, era tarde y no pudimos acompañarla. Luego, al salir de “Valencita”, pasamos por delante del cementerio, uno de los cementerios, junto con el de Nogales, más bonitos que hemos visto.


Juan Rodríguez Pastor

1 comentario:

  1. Hola buenas tardes, solamente felicitar a Juan por la tarde tan agradable que nos hizo pasar a todas-os,espero que podamos repetir muchas más tardes .
    Un saludo

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